Como desarrollador de algoritmos para la corporación Estalingrado Corp, nunca imaginé que me enfrentaría a un desafío tan desafiante y aterrador como el que me asignaron. Se me pidió crear un algoritmo capaz de predecir muertes.
Al principio, estaba reticente a trabajar en el proyecto. No quería ser responsable de algo tan macabro. Sin embargo, mi jefe, el señor Escobar, me aseguró que el algoritmo sería utilizado únicamente para fines médicos y de seguridad pública.
Así que comencé a trabajar en el algoritmo, utilizando una gran cantidad de datos médicos y estadísticas para entrenarlo. Fue un proceso desafiante, pero finalmente logré completarlo.
Sin embargo, a medida que se revelaba el verdadero propósito del algoritmo, me di cuenta de que se estaba utilizando para fines no éticos, como la discriminación en el seguro de salud y el control de la población. Me enfrenté a mi jefe y renuncié a mi trabajo en Estalingrado Corp, sabiendo que no podía seguir siendo cómplice de algo tan inaceptable.
Aunque el algoritmo fue un éxito técnico, no pude evitar sentirme responsable por el uso que se le dio. Aprendí la difícil lección de que con la tecnología viene una gran responsabilidad ética, y siempre debemos considerar las consecuencias de nuestras acciones.